AP.-Mire a su derecha: ahí se encuentra la Estela de Luz, un enorme monumento con forma de galleta de vainilla para la cual presuntamente se permitió que la compañía a cargo de su construcción cobrara millones de dólares de más por el acero de su estructura.
Ahora mire a su izquierda: una escultura conmemora a los 43 estudiantes desaparecidos en 2014 en el estado sureño de Guerrero a manos de policías presuntamente vinculados con carteles de las drogas y autoridades locales corruptas.
Ésta es la más reciente adición a los recorridos en autobuses turísticos que pasean por Ciudad de México: El Corruptour no lleva a sus usuarios a plazas históricas e iglesias, sino que coloca una luz poco halagadora sobre el mundo turbio de los chanchullos mexicanos.
“El propósito es despertar la consciencia de los mexicanos en torno a este problema tan grave y que cada vez parece más expansivo”, dijo Tania Sánchez, una guía voluntaria de 44 años. “Es informar a la gente que se suba sobre prácticas de la corrupción, ilustrarla con estos puntos por los que se pasa, pero de una manera divertida”.
Según el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional 2016, México ocupa el lugar 123 de 176. Por otra parte, los mexicanos suelen mencionar la corrupción como su mayor preocupación entre otros asuntos, como la seguridad.
La corrupción es uno de los más grandes males que afectan al país: desde un policía que pide unos billetes para evitar una multa o un inspector que exige un soborno para no cerrar un negocio, hasta escándalos enormes que involucran contratos con el gobierno por miles de millones de dólares.
El Corruptour se lanzó en 2014 en Monterrey, ciudad del norte del país. Hace una semana comenzó a ofrecer dos recorridos gratuitos los domingos en la capital financiados completamente por donaciones privadas y con un presupuesto inicial de 100.000 pesos (unos 5.000 dólares).
Durante el recorrido de hora y media, una grabación relata con humor las historias detrás de cada uno de los diez sitios que se visitan. Los guías invitan a los pasajeros a compartir sus propias experiencias con la corrupción y a revisar estrategias para combatirla. También se involucran con las personas que los miran pasar, pidiendo a los peatones y a los choferes que se les unan para gritar “¡No más corrupción!”.
Stephanie Montero, médico de 34 años de Cuernavaca, recordó cómo durante su servicio social “se veía cómo nos daban medicamentos que quizás no eran necesarios porque hacían algún trato con alguna compañía”. Esas medicinas terminaban caducadas mientras que las de uso común escaseaban, agregó. “Creo que (este tour) hace que se haga más visible, que la gente lo conozca y que tal vez les dé un poquito más de pena a los políticos y a los empresarios que hacen este tipo de tratos”.
El elemento más notorio del Corruptour es la “Casa Blanca”, una mansión de la esposa del presidente Enrique Peña Nieto cuya constructora llegó a tener contratos lucrativos para obras públicas. Sin embargo, ésta no se visita durante el recorrido. Los guías dicen que está demasiado lejos del punto donde comienzan los tours, el Museo Nacional de Antropología, pero el autobús circula por los límites del barrio donde se encuentra para que los pasajeros puedan tener una probadita de las lujosas casas mientras escuchan sobre el caso.
Otro de los puntos “ilustres” es el Instituto Mexicano del Seguro Social, donde supuestos casos de sobreprecios y enriquecimiento de funcionarios son algunas de las irregularidades que enfrenta el país; el Senado, la Procuraduría General del Distrito Federal, así como unas de las instalaciones de Televisa, el mayor imperio televisivo del país. Muchos medios mexicanos dependen en gran medida de la publicidad del gobierno y los críticos consideran que esto provoca que no se interesen en pedir explicaciones a ricos y poderosos.