Agencias.-
Flores de color rosa y púrpura con gordos bulbos llenos de opio cubren los flancos de cañadas y barrancos remotos en las montañas de Filo Mayor, en el sureño estado mexicano de Guerrero.
El comercio de opio, una industria de mil millones de dólares al año, inicia acá con los campesinos que siembran amapola y son tan pobres que viven en casuchas de madera, con techos de hojalata y sin servicio de agua.
Campesinos mexicanos de tres pueblos fueron entrevistados por The Associated Press y a quienes se les garantizó el anonimato por temor a represalias, hacen parte de una cadena que alimenta una creciente adicción en Estados Unidos, donde el consumo de heroína se ha extendido desde los oscuros callejones hasta el corazón de sus suburbios.
El tráfico de heroína es un negocio con perspectivas inciertas para todos menos para los carteles mexicanos, que han encontrado en él una nueva manera de hacer dinero frente a la caída del consumo de la cocaína y la legalización de la marihuana en Estados Unidos.
Antes eran productores de alquitrán negro de baja graduación y traficantes a menor escala, pero ahora los narcotraficantes mexicanos están refinando pasta de opio para convertirla en heroína blanca de alto grado para inundar el mayor mercado de drogas ilegales del mundo echando mano de las mismas rutas de distribución que utilizaron para la marihuana y la cocaína.
Es un negocio que a los agricultores no les gusta. En una poco usual entrevista con los periodistas, varios aldeanos dijeron a la AP que es muy difícil sacar sus productos de esta región montañosa y escabrosa, donde los conductores de automóviles corren el peligro constante de caer por los riscos en los caminos de tierra de un solo carril, y tienen zigzaguear por muchas curvas hasta llegar a las plantaciones ubicadas entre las barrancas.
Pero dicen que los pequeños ladrillos de goma de pasta de opio, envueltos en plástico que producen, son lo único que les genera utilidades.
“Casi todos piensan que en la sierra hay pura gente mala y no es cierto, son nada más comentarios de gente que no conoce”, dijo Humberto Nava Reyna, líder del Consejo Supremo de Pueblos del Filo Mayor, un grupo que promueve proyectos de desarrollo en las montañas. “No pueden dejar el cultivo de la amapola, mientras haya demanda y el gobierno no ponga atención”.
Los residentes dicen que no hay consumidores locales de la droga. Odian el sabor amargo de la pasta, pero a veces la usan para refregarse las encías y calmar un dolor de muelas.
Todo es para la exportación. Es un negocio de miles de millones de dólares, en su mayoría del cartel de Sinaloa.
Según la Evaluación Nacional de las Amenazas de las Drogas de 2014 realizada por la DEA, México produce casi la mitad de la heroína que se encuentra en Estados Unidos, ahora con un incremento del 39% en comparación a lo que se registraba en 2008.
Los decomisos de opio realizados por el gobierno mexicano y la erradicación de plantas de amapola se han disparado en los últimos años. Las tendencias son congruentes: las incautaciones de pasta de opio en México aumentaron un 500% entre 2013 y 2014; las erradicaciones de cultivos de amapola se incrementaron un 47%; y los decomisos de la droga ya procesada aumentaron 42%.
A lo largo de la frontera con Estados Unidos, las cifras son tres veces mayores de lo que eran en 2009.
La heroína mexicana se ha abaratado y se ha vuelto más potente, en momentos en que los estadounidenses adictos a los opiáceos farmacéuticos están buscando una alternativa asequible de consumo. En combinación con aditivos peligrosos como el fentanilo, un opiáceo sintético que también se produce en México, a la heroína se le culpa de una ola de nuevas adicciones y decesos por sobredosis en Estados Unidos.
Las muertes por heroína se duplicaron de 2011 a 2013, mientras que las muertes por cocaína y opiáceos recetados se mantuvieron estables, según las cifras del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos.
Antes, los carteles mexicanos traficaban heroína marrón proveniente de Colombia junto con el alquitrán negro, de producción propia, pero ahora todos los productores mexicanos están creando el producto blanco de alta calidad, y las bandas criminales mexicanas han aprendido que pueden aumentar exponencialmente sus utilidades si manejan toda la cadena de producción, al igual que con las metanfetaminas, que también controlan desde la consecución de sus precursores hasta su venta al usuario.
El cartel de Sinaloa distribuye en consignación la mayor parte de la producción de pasta de opio a traficantes pequeños, de acuerdo con los productores y expertos policiales en el tráfico de drogas entrevistados por la AP. Ese tipo de sistema descentralizado es una receta para el establecimiento de pequeñas bandas de narcotraficantes enemistadas entre sí en el estado de Guerrero, como los Rojos, los Pelones, Guerreros Unidos y otros.
Desde 2012, Guerrero ha sido el estado más violento de México. Sin embargo, sólo recientemente atrajo la atención del mundo luego de que 43 estudiantes de la escuela de normalista de Ayotzinapa desaparecieran en septiembre pasado. Se supone que fueron asesinados por Guerreros Unidos, que tenía estrechos vínculos con el alcalde de la ciudad de Iguala y que se presume que confundieron a los estudiantes con miembros de una banda rival.
Los productores no dicen qué grupo controla las pequeñas parcelas que cultivan, pero de acuerdo con la mayoría de los relatos, los traficantes aparecen a principios de primavera con sacos de semillas de opio, ya sea para obligar o convencer a los pequeños agricultores para que cultiven y “ordeñen” los bulbos de las flores. En casi cada pueblo vive un comprador afiliado a la banda local, que también actúa como vigía. La mayoría pueden ser identificados por las radios de onda corta que llevan en una región donde no hay líneas telefónicas o torres celulares.
Cuando las plantas de amapola terminan de florecer en la temporada de cultivo de invierno, un solo agricultor equipado con navajas afiladas y un contenedor de metal puede recoger en un día hasta 300 gramos de goma de opio, que tienen un valor de 4,000 pesos (más de 275 dólares), después de entregarlos al comprador.
A su vez, el precio de la marihuana de baja calidad que los agricultores acostumbraban cultivar en zonas menos elevadas ha disminuido, posiblemente debido a la legalización o la catalogación para uso médico de la droga, de mayor calidad, en algunos estados de Estados Unidos.
La mayoría de las autoridades policiales dicen que es demasiado pronto para documentar algún impacto, pero los agricultores mexicanos ya han visto un cambio. Mientras sólo reciben unos 250 pesos (unos 17 dólares) por un kilogramo (2.2 libras) de marihuana seca y prensada, obtienen 13,000 pesos (casi 900 dólares) por kilo de pasta de opio.
Un agricultor con gorra de béisbol, que hacía bromas de forma nerviosa, subrayó que eso es más de lo que puede ganar en un mes en cualquier trabajo legal, si hubiera alguno en los alrededores. Sin embargo, los agricultores no son ricos a pesar del valor de su producto. Casi todas las familias que se dedican a recolectar opio viven en chozas de madera, techos de lámina y sin servicio de agua.
Los pinos y abetos que crecen en las laderas ayudan a ocultar los cultivos y algunos de los pueblos de las montañas protegen sus bosques de la tala ilegal precisamente por esa razón.
Los campos de amapola sólo son detectables al ojo de un experimentado. Sólo son manchas de color verde en el invierno, cuando la mayoría de los demás cultivos ya han sido cosechados. Puesto que utilizan sistemas de riego por gravedad, que se alimentan de arroyos en la montaña, por lo general están cerca de los lechos. Hay tubos negros de plástico que alimentan de agua los sistemas de goteo o aspersión que llegan a cada planta.
El gobierno ha capacitado a pilotos de helicópteros para detectar estas pistas. Cuando los encuentran, rocían desde el aire un herbicida potente que mata las amapolas y cualquier cosa que les rodee.
Sin embargo, los agricultores dicen que el herbicida puede matar o debilitar a los árboles locales del pino Ocote, lo que permite que los escarabajos ataquen los árboles debilitados y luego los árboles vecinos.
“El dinero que el gobierno gasta en fumigación sería mejor destinarlo a proyectos de desarrollo de largo plazo”, dice el líder del Consejo Nava Reyna. “Hoy, en vez de ayudar, están afectando más con las fumigaciones”.
Cuando el comprador recolecta suficiente goma de opio de los agricultores, llama a sus jefes del cartel para que la recojan y la lleven a procesar en un laboratorio.
Desde las montañas de Guerrero, la mayor parte de la pasta de opio se envía a puntos de colección “al por mayor” como Iguala, una ciudad en la encrucijada de varias carreteras, incluida la autopista que conecta Acapulco, en la costa del Pacífico, con la Ciudad de México.
Allí se sube a autobuses de pasajeros para contrabandearlo a laboratorios a veces tan lejanos como la frontera mexicana con Estados Unidos. Una vez que la pasta se convierte en heroína, se trafica como cualquier otra droga a través de la frontera, en automóviles, remolques, autobuses o mediante mulas, para el mercado negro estadounidense.
A diferencia de la metanfetamina, no hay mega laboratorios de heroína. Aunque la policía realiza decomisos de la droga, generalmente son pequeños y no son noticia.
Muchos agricultores dicen que les gustaría dejar de cultivar amapola y dedicarse a cultivos legales, en parte debido al derramamiento de sangre que este comercio ilegal ha traído a Guerrero.
Algunos productores lo están intentando. En dos de los tres pueblos que admiten cultivar amapola y que visitó la AP, los residentes han buscado dedicarse al aguacate, un cultivo que puede traer ingresos en altitudes similares en el vecino estado de Michoacán.
“Aquí en la sierra queremos cambiar la economía de los campesinos, para que ellos ya dejen el cultivo de enervantes”, dijo Nava Reyna.
Los pobladores también han construido estanques para la producción de trucha, pero los peces son pequeños debido a la falta de alimento y los árboles de aguacate requieren al menos siete años para crecer antes de que produzcan una cantidad viable de la fruta verde y brillante.
Un agricultor mostró con orgullo los árboles de aguacate que plantó hace dos y tres años en su parcela de unas 20 hectáreas en una ladera empinada. Debido a que los árboles pueden producir durante cuatro o cinco décadas, es posible que algún día su parcela pueda darles para vivir a sus hijos y nietos.
Pero este cultivo es caro, así que, mientras tanto, el agricultor baja caminando más allá en su parcela hasta un estrecho valle con arroyo, donde crece su “jardín de flores”. Espera hasta el mediodía para ordeñar sus bulbos, debido a que “cuando se calientan con el sol, saca la goma”.
“Ésto”, dijo apuntando al bulbo de amapola que acaba de ser rallado con una herramienta de corte para dejar que fluya la savia, “financia todo esto”, apuntando hacia la ladera arriba, donde crecen los árboles de aguacate.