Artemio balancea los 140 kg de su cuerpo mientras almuerza en un puesto callejero de comida en México, el país que más consume bebidas gaseosas en el mundo y donde la economía crece al ritmo del sobrepeso de su población.
“¿Me da otro refresco para bajar el quinto taco de carne?”, pide Artemio Martínez, contador de 42 años, entre sudoraciones.
El atareado cocinero del puesto garabatea sus números en un trozo de servilleta de papel: 40 pesos (USD 3,2) por cinco tacos con doble tortilla y 18 pesos por las dos botellas de Coca-Cola. Cada botella de agua cuesta dos pesos menos que las del refresco, pero es raro que las pidan.
El porcentaje de obesidad entre los mexicanos se disparó del 9,5% de 1988 al 32% en 2012 y, si se considera también el sobrepeso, afecta al 70% de los 112 millones de mexicanos, según un reporte de la Academia Nacional de Medicina de 2013.
“Hubo un cambio de hábitos alimenticios que se agudizó muy fuertemente (…) en los últimos 20 años por una mayor penetración de la industria de alimentosprocesados”, explicó a la AFP Alejandro Calvillo, director de El Poder del Consumidor, una ONG que lucha por la regularización de productos nocivos para la salud.
El experto subrayó que México, al abrir su economía con una cifra récord de tratados de libre comercio, se “entregó a los valores mercantiles de empresas transnacionales que desplazaron la alimentación tradicional”, a través de una “brutal” publicidad libre de regulaciones.
Históricamente, los mexicanos se habían alimentado de productos derivados del maíz, así como de frutas, verduras y hierbas. Pero basta recorrer las calles de la superpoblada Ciudad de México para constatar las modificaciones que ha sufrido ese menú: tacos y tortas (emparedados con pan industrial) de carne de cerdo y res, huevo, quesos, embutidos, así como una gran variedad de frituras y bebidas azucaradas.
Actualmente, México es el mayor consumidor de bebidas azucaradas del planeta con 163 litros por persona al año, según un estudio de la Universidad de Yale, y el segundo, sólo detrás de Estados Unidos, con el mayor índice de obesidad.
México también lidera el número de muertes asociadas al consumo de bebidas azucaradas, con 22.020 fallecimientos anuales de los 180.000 que se producen en el mundo, según otro estudio de Harvard.
Esta cifra dobla las alrededor de 10.000 muertes por asesinatos vinculados al crimen organizado que se cometieron el año pasado en el país.
A finales de 2012 se propuso en el Congreso un impuesto para las bebidas azucaradas, así como una regularización de la publicidad, pero hasta el momento las iniciativas no han prosperado, entre otras cosas debido al cabildeo de la poderosa industria.
La economía mexicana, la segunda más grande de Latinoamérica después de Brasil, creció 3,9% en 2012, pero la mitad de los mexicanos viven en la pobreza y 7,4 millones enfrentan inseguridad alimentaria y pobreza extrema.
En muchas de las comunidades pobres existe además “un problema del acceso al agua” que les empuja a consumir refrescos, expone a la AFP Yuritzin Flores, activista de Oxfam, una ONG internacional que combate la pobreza.
Entre comprar agua embotellada o gaseosas, “la gente prefiere la bebida que le da más energía y estatus”, explica.
Eulalio, un albañil de 23 años que trabaja 60 horas a la semana en un edificio de departamentos de lujo de la capital, bebe dos litros diarios de refresco de cola.
Secándose el sudor de la frente, el joven venido desde Catorce, una alejada comunidad de San Luis Potosí (norte), asegura que en su casa beben siempre Coca-Cola, sobre todo si hay invitados.
Otros factores intervienen en el alto índice de obesidad.
“La sociedad se está convirtiendo en un lugar en el que los alimentos ricos en azúcar y grasas están siempre al alcance (…) y donde la gente se transporta en vehículos en vez de caminar”, explicó a la AFP David Garner, fundador de la reconocida Clínica River Centre de Ohio (EEUU) para trastornos alimentarios.
El gobierno de México anunció recientemente una estrategia contra el sobrepeso, sin dar detalles. En tanto, ese problema sigue causando enfermedades crónicas como diabetes, problemas cardiovasculares y hasta algunos tipos de cáncer.
Se calcula que los costos directos e indirectos derivados de los problemas de peso alcanzarán los 150.000 millones de pesos (unos USD 11.700 millones) hacia 2017 para el sistema de salud público mexicano.
El motivo más frecuente de hospitalización en México es el tratamiento no quirúrgico de infartos, cuadros de hipertensión y diabetes, que padece el 14% de la población y causa 80.000 muertes al año.
Varias clínicas empiezan a ofrecer -gratuitamente o a costos reducidos- cirugías bariátricas, un procedimiento que reduce la capacidad estomacal y de absorción de alimentos.
“¡Eso no resuelve el problema real!… Es como poner una tirita costosa” sobre una herida profunda, opina Garner.
Sin embargo, Leticia Bautista, investigadora en temas de obesidad de la pública Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), asegura que esa intervención quirúrgica “es una oportunidad de vida” para los obesos mórbidos.
Ofelia Montiel, de 52 años y 1,50 m de estatura, tomaba hasta tres litros de Coca-Cola al día, lo que entre otras cosas contribuyó a que llegara a pesar 100 kg.
Hace un año y medio se sometió a la cirugía bariátrica y no se arrepiente, a pesar de que ahora sólo tolera unos cuantos bocados al día. “Eso sí, me sigo tomando mi Coca, porque me hace eructar, y así me cabe más comida”, dice esta jubilada de ahora 50 kg.
El porcentaje de obesidad entre los mexicanos se disparó del 9,5% de 1988 al 32% en 2012 y, si se considera también el sobrepeso, afecta al 70% de los 112 millones de mexicanos, según un reporte de la Academia Nacional de Medicina de 2013.
Basta recorrer las calles de la superpoblada Ciudad de México para constatar las modificaciones que ha sufrido ese menú: tacos y tortas (emparedados con pan industrial) de carne de cerdo y res, huevo, quesos, embutidos, así como una gran variedad de frituras y bebidas azucaradas.
AFP