“Cada rincón de Bahía de Banderas tiene algo que contar, algo que nos llena de orgullo y no debe olvidarse, porque es parte de nuestras raíces, como nuestro pasado cuando la región era dominada por las Haciendas.” Rafael Cervantes Padilla, Presidente Municipal de Bahía de Banderas.
Es la única hacienda de la región que se mantiene en pie, comenta María Eugenia Vidal, nieta del fundador de la Hacienda del Tezcalame, Félix Ponce Gómez.
Entrar a esta hacienda es un viaje al pasado, un camino empedrado lleva a la entrada que conserva los viejos portones de más de ciento veinte años de antigüedad, así como, los pisos originales ya desgastados por el tiempo. De muros gruesos y paredes de adobe, la hacienda tiene un corredor de entrada, en sus paredes hay unos retratos de Pancho Villa, de Emiliano Zapata y de los revolucionarios en la locomotora 510 que recuerdan el movimiento social que transformó la historia de las familias y del país, la Revolución de 1910. Fue contra las haciendas y por el reparto de tierras que se alzaron Villa y Zapata, pero esta hacienda nunca se repartió, nos cuenta María Eugenia Vidal, “gracias a la astucia de mi abuelo.”
Félix Ponce Gómez, hijo de Españoles, llegó a la Bahía de Banderas a finales del siglo XIX, encontró unas tierras fértiles en la parte baja del valle que le gustaron mucho y decidió a hacer ahí su casa. Para el año de 1900 Tezcalame ya tenía la categoría de hacienda, hacia el norte estaban las haciendas de El Tecomate en San Juan de Abajo y la Hacienda de Los Maisterrena, Santiago de Valle de Banderas cumplía 122 años y Puerto Vallarta era apenas una villa de mil quinientos habitantes que se llamaba Puerto Las Peñas, donde estaba la casa Carranza y la casa Maisterrena que compraban los productos agrícolas de la región para embarcarlos a ultra mar.
Don Felix venía de Tecolotán, Jalisco y el nombre de la hacienda proviene de un árbol, el Tezcalame, porque Don Felix de niño jugaba en un árbol que se llamaba así, por lo que en recuerdo a ese hecho es que a la hacienda la nombraron así, comenta María Eugenia.
La época de auge de la hacienda fue de 1910 y hasta 1960, fueron los años más productivos, no era muy grande pero muy rentable y enclavada en una zona hermosa. Estaba muy bien ubicada y cerca del ferrocarril que pasaba hacia Compostela, así como de Vallarta, lo que facilitaba la comercialización de los productos. La hacienda fue principalmente ganadera y agrícola, se cultivaba sorgo, maíz y tabaco. El predio llegaba desde el río Ameca hasta los Brasiles donde era el lindero con los terrenos de la hacienda de Maisterrena que se extendía desde Las Varas. El Tezcalame ocupaba solo 500 hectáreas, era una hacienda chica si se compara con otras, pero altamente productiva.
La revolución no afectó a esta hacienda, porque mi abuelo, un hombre muy astuto y muy sagaz confió en los amigos, entonces no se necesitaba firmar un papel para sostener un trato, cedió algunos predios de la hacienda y así se evitó que hubiera pérdida de tierras con el reparto agrarista que hizo Lázaro Cárdenas, luego se recuperaron los terrenos de la Hacienda de manera que quedó intacta. Así nos dimos cuenta que Félix Ponce sí tenía amigos, eran hombres de palabra. Mi padre decía que más valía palabra de Rey que papel firmado. La hacienda conserva actualmente la parte de abajo, son 70 hectáreas, ya no se podía manejar ganado, empezaron otros a querer invadir las tierras así que optamos por vender parte de la hacienda. Hoy la propiedad ya no produce, hace 10 años todavía teníamos actividades agrícolas pero era mucho el daño que nos hacían, se robaban todo, desparecían becerros, cortaban la cosecha, las huertas de mangos las saqueaban, de manera que hoy ya no está produciendo El Tezcalame, comenta María Eugenia.
La hacienda tiene un corredor en la entrada, hay dos habitaciones en la parte de abajo, la de la izquierda era la sala de la hacienda y la de la derecha era la oficina y la tienda de raya y a los lados hay dos bodegas que en su momento estuvieron rebosantes de maíz, frijol o tabaco. En el patio central a la derecha está un cuarto especial que era para procesar leche donde se hacía queso, requesón, panelas, cremas, mantequillas y leche que se vendía a granel. La cocina está muy grande y atrás está un terreno que funcionaba como caballeriza, porqueriza y gallinero. Las recámaras están en la parte de arriba. Esta Hacienda está catalogada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia como patrimonio cultural de la nación y se conserva gracias a mi madre, concluyó María Vidal.
Hoy queda de esa historia de vida la hacienda de Tezcalame, a la entrada de San Vicente, dos parotas centenarias permanecen como mudos testigos del esplendor que tuvo hace cien años, que constituye una joya de la época de las haciendas porfirianas que ha perdurado hasta nuestros días en Bahía de Banderas.