AP.- La amenaza del presidente Donald Trump de cobrar impuestos a los autos fabricados en México que se venden en Estados Unidos podría revolucionar la industria automotriz y plantea numerosos dilemas, según analistas: Se aumentan los precios o se absorben los costos; se deja de vender autos fabricados en México y se pierden muchos clientes; se trasladan las operaciones a Estados Unidos y se gana menos dinero.
“No creo que sea un golpe mortal para la industria automotriz, pero será algo muy duro. Tendrá un enorme impacto en las ganancias”, expresó Marina Whitman, profesora de negocios de la Universidad de Michigan y ex vicepresidenta de General Motors.
Trump desayunó el martes con los máximos ejecutivos de General Motors, Ford Motors y Fiat Chrysler Automobiles. Antes del encuentro, publicó un tuit en el que le pidió a las casas automotrices que abran nuevas fábricas en Estados Unidos. “Quiero plantas nuevas que construyan autos a ser vendidos aquí”, expresó. Previamente había hablado de un “impuesto sustancial” a las empresas que se vayan del país y de dar ventajas impositivas a las que produzcan aquí para consumo interno.
Los fabricantes expresaron optimismo tras el encuentro.
“La industria se siente entusiasmada ante la perspectiva de trabajar con el presidente y su gobierno en las políticas impositivas, regulación y comercio para promover un renacer de la industria estadounidense”, declaró el director ejecutivo de Ford Mark Fields después de la reunión.
Pero después de cerrar 13 plantas de ensamblaje durante la reciente recesión para hacer frente a un exceso de la capacidad de producción, las firmas de Detroit no se sienten demasiado alentadas a abrir nuevas plantas, especialmente en vista de que la venta de vehículos está empezando a ceder tras alcanzar nuevos picos. Las tres empresas operan 27 plantas de ensamblaje en Estados Unidos y siete en México en estos momentos.
Durante más de dos décadas México fue un oasis para la industria automotriz, pues ofrece mano de obra barata y acceso a decenas de mercados a través de acuerdos de libre comercio. Whitman dijo que los fabricantes de Detroit no pueden construir autos pequeños que den ganancias en Estados Unidos, donde un trabajador sindicalizado percibe 58 dólares por hora en sueldo y beneficios. Un trabajador mexicano gana poco más de 8 dólares por el mismo trabajo.
Eso explica en parte por qué los fabricantes estadounidenses anunciaron inversiones del orden de los 24.000 millones de dólares en México en los últimos seis años, según cifras del Center for Automotive Research, un grupo de estudio de Michigan. En total, en el 2015 México envió a Estados Unidos 50.500 millones de dólares en vehículos y 51.000 millones de dólares en repuestos, de acuerdo con datos del gobierno.
El sector automotriz de México es más pequeño que el de Estados Unidos, pero crece a un ritmo más acelerado. Se espera que la capacidad de producción de México suba un 49% y llegue a 5,5 millones de vehículos hacia el 2023, según LMC Automotive, una firma de pronósticos. La capacidad de Estados Unidos subirá un 13% y el país producirá 14,2 millones de autos en ese mismo período.
Pero Trump podría cambiar todo eso. En frecuentes tuits alusivos a la industria automotriz ha propuesto un impuesto del 35% a los autos importados de México. Eso obliga a los fabricantes a analizar otras opciones.
MANTENER EL MISMO CAMINO
Irse de México y llevar la producción a Estados Unidos sería extremadamente costoso y desbarataría una cantidad de proyectos en marcha. Audi, por ejemplo, acaba de abrir una planta en México tras cinco años de planificación.
“Es difícil cambiar de rumbo rápidamente”, dijo Laurie Harbour-Felax, consultora y presidenta de Harbour Results Inc.