Para muchas madres mexicanas el Día de la Mujer es solo una jornada más de lucha, como las 364 restantes del año, ya sea para hallar vivas a sus hijas que están desaparecidas o, en otros casos, ver a sus asesinos tras las rejas.
La vida de Perla Reyes se paró hace 68 días, cuando vio por última vez a su hija Jocelyn de 13 años subirse a un autobús. Desde entonces no ha parado de buscarla y las investigaciones de la fiscalía del norteño estado de Chihuahua no avanzan.
“Sí dan ayuda, pero no veo avances, no veo nada. Tanta información, tantas cosas que les proporciona uno y que no hacen nada”, dijo a Efe.
Hasta que Jocelyn desapareció, su madre no se había planteado lo peligrosa que puede ser para una chica joven la fronteriza Ciudad Juárez, donde en los últimos veinte años han sido asesinadas unas 700 mujeres, según cifras oficiales.
En la mayoría de los casos, las víctimas son mujeres jóvenes y adolescentes de escasos recursos, que generalmente son violadas y torturadas antes de ser asesinadas.
Pero Perla sigue aferrada a la esperanza de que su niña esté viva y sea parte de las cerca de 200 adolescentes que, calculan organizaciones civiles, han desaparecido en esta urbe en los últimos cuatro años.
“Una madre que tiene a una hija desaparecida nunca pierde la esperanza de encontrarla viva”, apuntó la activista Norma Andrade, cuyas esperanzas murieron el día en que encontraron el cuerpo de su hija Lilia Alejandra en 2001, una semana después de perderle el rastro.
Desde entonces, no ha parado de luchar para encontrar al asesino de su hija y ayudar a otras madres en su situación a través de Nuestras Hijas de Regreso a Casa, la organización de la que es fundadora.
“Ya se quién fue, dónde está, solo falta que vayan y lo detengan”, aseguró Andrade, cuyo caso fue admitido a trámite por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y considera al Gobierno “culpable por omisión” al no resolver los asesinatos.
Esta madre se ha hecho escuchar, pero ha pagado un precio muy alto por ello, varios balazos en dos atentados, el exilio a la capital mexicana y la libertad, pues varios escoltas se han convertido en su sombra.
Gustavo de la Rosa, visitador de la Comisión de Derechos Humanos de Chihuahua, lleva dos décadas estudiando los feminicidios en Juárez, que lejos de desaparecer han aumentado entre 2008 y 2012.
En su opinión, existe un problema de maquillaje de datos por parte de las autoridades, que quieren borrar el estigma de “ciudad de muertas” y han comenzado a vincular los crímenes con el narcotráfico.
“Se nos ha dificultado mucho el poder ubicar los feminicidios porque la autoridad los considera inmediatamente homicidios vinculados a la guerra de las bandas de narcotraficantes. De tal manera, casi no registran feminicidios”, aseguró a Efe el especialista, que cifró las muertas en 2012 en cerca de 90.
Pero Silvia Nájera, portavoz de la fiscalía especializada de atención a mujeres de Chihuahua, respondió que tienen “muy organizados los casos por violencia de género” y que incluso “hay perfiladores especialistas” en identificar estos asesinatos, que solo fueron 7 el pasado año.
Sobre las decenas de madres que alzan sus voces en la ciudad para protestar por la inacción gubernamental, aseguró que se les “respeta”, pero no entiende “por qué dicen tantas cosas negativas”.
“A ellas les consta que el fiscal ha estado trabajando mucho para dar con los responsables”, aseveró Nájera, quien pidió a las madres paciencia, pues “las investigaciones llevan un proceso”.
Aseguró que con los cuatro peritos internacionales que el estado contrató en pasado diciembre, hay “muchas esperanzas de que se puedan resolver estos casos”.
Pero la búsqueda ha sido larga para muchas mujeres, como Luz Helena Muñoz, cuya hija Nancy Ivette desapareció en julio de 2011 cuando tenía apenas 18 años.
Desde entonces es parte del Comité de Madres y Familiares con Hijas Desaparecidas que agrupa a varias decenas de víctimas que hacen manifestaciones, protestas, pega de carteles o recorridos por bares preguntando por sus niñas.
“Todas las madres del comité se han vuelto investigadoras en busca de sus hijas porque al momento en que uno no tiene respuesta de las autoridades, uno tiene que salir a buscar”, señaló.
Muñoz contó a Efe que una de las madres que pertenecía al colectivo y la abogada que las asesoraba pidieron asilo en Estados Unidos por miedo a las amenazas que recibieron por buscar y hablar demasiado.
Sin embargo, ella seguirá viviendo en su ciudad. “Nos toca estar porque aquí desaparecieron nuestras hijas, hasta que las encontremos no nos moveremos”, afirmó.
Tampoco se moverá de México Norma Andrade, aunque el miedo todavía la paralice al andar por la calle cuando alguien pasa por su lado.
“Ha sido mi decisión quedarme en el país. Yo sé que si me voy de aquí a donde vaya voy a poder andar en la calle libremente, pero sigo terca, yo amo mi país, amo México”, aseguró.
EFE