Por Hugo Lynn Almada
Defender la actividad taurina, en un mundo que día a día la desprecia más es una tarea que, al menos, parece ser políticamente incorrecta.
Además me declaro un villamelón. Soy seguidor de la fiesta brava por razones que me inspiran más la plástica y la lucha entre dos seres vivos; no soy un conocedor de pases. Aún me confundo al tratar de identificar una verónica o una chicuelina, pero en el toreo veo una expresión artística en la que la lucha entre el hombre y la bestia se da en un tet a tet que cualquiera de los dos puede ganar.
He visto caer a toros y toreros, infringidos ambos por armas punzocortantes; el uno armado con el estoque, el otro con el pitón, ambos filosos y mortales, ambos blandiéndose al aíre en un duelo parejo. Uno de los elementos armado de inteligencia, el otro de fuerza bruta.
Veo el toreo como la muerte poética de un animal que de otra manera pudiera ser sacrificado a mansalva en un rastro legal o clandestino, desollado sin compasión aun cuando su corazón pudiera seguir palpitante. Veo pues, la muerte digna, la muerte esperanzadora de convertirse en vida, pues siempre es latente el camino del indulto que le permitirá vivir hasta que la muerte alcance al animal naturalmente en algún prado de la campiña.
Veo en el ruedo a una bestia que se defiende, que lo mismo puede vencer como ser vencida. Veo a un animal que, como pocos en nuestra cadena alimenticia, puede triunfar y salir entre vítores, aún a pesar de que su inteligencia no le alcance para saberse ha salvo.
La defensa fuera de ruedos de estos toros de lidia poco les ayuda, pues de no ser destinados a la fiesta brava su destino sería irremediablemente el anaquel de un autoservicio, convertido en corte fino o en carne seca empacada, llevando, como única medalla, la etiqueta del rastro TIF.
Acabar con la fiesta brava es igual de violento que la visión española de sepultar y construir encima de las ciudades de los salvajes politeístas, sin haberles importado haber destruido para siempre toda una cultura.
ÚLTIMO TERCIO
Aún hay decenas de presos que cometieron el delito de exigir respeto, de manifestarse; igual, hay decenas de infiltrados provocadores que se regodean libres. ¡Libertad a los presos políticos!