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Leticia Arana
La injusta muerte, el pasado lunes 20 de junio, de los sacerdotes jesuitas, Javier Campos, Joaquín Mora, y un civil, a manos de capo, integrante del Cartel de Sinaloa, al interior del templo en Cerocahui, Chihuahua, evidencia la desbordada acción de grupos criminales en este país, sin freno alguno y con licencia para matar, al amparo de una estrategia federal de “Abrazos, no balazos “ que penosamente, empodera a la impunidad, sostiene el cardenal y arzobispo de Guadalajara, Francisco Robles Ortega:
“…Esto toma visos de una situación sumamente grave, creo que nuestro gobierno, deberá leer que esta gente, la que se dedica al crimen organizado, esta gente, no sabe de abrazos, por más que el gobierno se los ofrezca, y se los prometa , y se los dé, ellos no entienden de abrazos, ellos solamente saben de balazos y no estoy diciendo con esto que el gobierno tiene que tomar la estrategia echarles balazo a esta gente, no, sencillamente de llevarlos a ante la Ley, por los asesinatos y por todas las actividades que realizan en contra de la Ley, y el gobierno, tiene que mandarles el mensaje de que no habrá más impunidad, más impunidad, porque ese mensaje de abrazos, es un mensaje de impunidad, hagan, ustedes hagan, o va a haber balazos, no va a haber intervención de la Ley …”
Lo anterior, fue expuesto, durante su participación en la novena Asamblea Diocesana de Pastoral, a propósito del comunicado expuesto y firmado por los integrantes de la Conferencia de Episcopado Mexicano, donde expresaron la gravedad de estos hechos, y el urgente llamado al ejecutivo federal y distintos niveles de gobierno, como hizo el Senado de la República, para que se revisen las estrategias de seguridad, evidentemente fallidas, pues es inadmisible que las corporaciones policíacas estén acosadas y maltratadas por el crimen. Los prelados, manifestaron que es inútil negar la realidad y culpar a tiempos pasados y sus respectivas gestiones, de lo que ahora debe resolverse.
La creciente violencia, añaden, orilla al temor y sufrimiento por pérdida de inocentes que llenan de luto a familias enteras. Los criminales, se extienden por donde quieren, trastocan la vida civil, afectan actividades productivas tanto en la ciudad como el campo; presionan, extorsionan a quienes trabajan honestamente en mercados, escuelas, pequeñas, medianas y grandes empresas, se adueñan de calles, colonias, localidades, caminos, carreteras y autopistas, mostrando niveles de crueldad en ejecuciones y masacres, que han convertido a este país, en uno de los lugares más inseguros y violentos del mundo.
