Los asesinatos derivados de la violencia del crimen organizado en México mantienen el ritmo en este inicio de la presidencia de Enrique Peña Nieto aunque su impacto en la percepción pública parece menor, según analistas que lo atribuyen a un cambio en la estrategia de comunicación del gobierno.
Peña Nieto ha pedido un año para evaluar la seguridad en el país y, cumplido un tercio de ese plazo, los expertos no encuentran cambios sobre el terreno a la espera de la implementación de la nueva estrategia que debe modificar el combate frontal a los cárteles que su antecesor Felipe Calderón (2006-2012), basó en un despliegue militar que aún se mantiene.
“Las cifras no han bajado. En cuatro meses (de gobierno) estamos en cerca de 3.000 fallecidos de forma violenta”, comenta a la AFP el experto Bernardo Gómez del Campo, con 23 años de experiencia en agencias de seguridad federales y de la capital.
“Los homicidios se han mantenido al mismo nivel de los últimos meses de Calderón”, coincide Alejandro Hope, director de seguridad del Instituto Mexicano para la Competitividad.
En cualquier caso, ambos ven pocas posibilidades de frenar a corto plazo la violencia ligada al crimen organizado que causó más de 70.000 asesinatos en el mandato de Calderón, del Partido Acción Nacional (PAN).
“No hay mucho que hacer salvo que se intentaran hacer políticas dramáticas como una negociación similar a la que hizo El Salvador” para lograr una tregua de las pandillas, señala Hope a la AFP. “En ausencia de esas medidas lo que vamos a ver, en el mejor de los casos, es una mejoría gradual y diferenciada en los territorios”.
El gobierno de Peña Nieto (Partido Revolucionario Institucional, PRI) impulsa dos grandes proyectos para enfrentar la criminalidad. El primero es un plan de prevención de las causas sociales del delito, con un presupuesto para 2013 de unos 9.000 millones de dólares.
La segunda medida es la creación de una Gendarmería con un primer contingente de unos 10.000 militares que serán capacitados este año en formación policial.
“Esta reestructuración toma tiempo para que se vea en la calle”, señala Raúl Benítez Manaut, investigador en seguridad nacional de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Sin embargo, los analistas sí detectan una mejora en la percepción ciudadana de la seguridad y lo atribuyen a un cambio en el discurso del gobierno, que a su vez ha propiciado una diversificación en la agenda de los medios.
Esto ha conducido a una menor difusión de los crímenes de alto impacto, como los decapitados o colgados, que marcaron la presidencia de Calderón.
“La gente ve menos violencia en los medios pero no es porque no exista. No significa que no sigan habiendo personas colgadas sino que no fluye la información como antes”, señala Gómez del Campo, presidente de una asociación civil que capacita policías de municipios sin recursos.
El problema, apunta Hope, es que cuando el gobierno da a conocer mensualmente la cifra de homicidios la percepción en la población “es como de sorpresa. Y eso es contraproducente para las autoridades porque aparece una sensación de engaño”.
Los expertos precisan que el clima de inseguridad varía entre las regiones de México, de acuerdo con la capacidad de las policías e instituciones locales y las disputas entre cárteles.
En estos meses, Gómez del Campo ha observado un “repliegue” de los grandes grupos criminales, para preparar la respuesta a las medidas del gobierno, y atribuye la violencia a “células” de sicarios que no controlan los capos.
En cambio, Benítez Manaut cree que los choques continúan por el control de las rutas de trasiego de droga a Estados Unidos y los mercados locales, sin grandes cambios respecto al sexenio anterior pero con dinámicas regionales bien diferenciadas.
Mientras la situación ha mejorado sustancialmente en Ciudad Juárez (norte) y Tijuana (noroeste), las disputas se han recrudecido en Acapulco (sur) y el Estado de México (centro).
Benítez Manaut resalta el caso de Monterrey (norte) “donde está funcionando un experimento de recuperación de la seguridad muy ambicioso”.
Como suele suceder, el despliegue en Monterrey derivó en el traslado de grupos criminales a la cercana región de La Laguna (norte), donde tratan de hacerse fuertes Los Zetas, el grupo creado por militares desertores.
Los Zetas, otrora protagonistas de la escalada de crímenes cada vez más atroces en México, según Benítez Manaut tienen una “menor capacidad ofensiva” desde que fue abatido en octubre su entonces líder Heriberto Lazcano.
“Parece que están perdiendo la batalla frente a la ofensiva gubernamental y al Cártel del Pacífico” del capo más buscado, Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, apunta el experto de la UNAM.
Los asesinatos derivados de la violencia del crimen organizado en México mantienen el ritmo en este inicio de la presidencia de Enrique Peña Nieto aunque su impacto en la percepción pública parece menor, según analistas que lo atribuyen a un cambio en la estrategia de comunicación del gobierno.
AFP