El nutriólogo comunitario Paulo Orozco dijo que se desperdician mil 300 millones de toneladas de comida al año a nivel mundial, sin importar las consecuencias e impacto ambiental, económico y social, “lo cual es un problema ético, de formación y de patrones de consumo”.
En el marco del Día Mundial del Medio Ambiente, el académico del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) agregó que una persona llega al supermercado y llena su carrito de distintos alimentos y productos, “sin reflexionar en cómo llegaron ahí, cómo fueron producidos, empaquetados, transportados y vendidos”.
Manifestó que es probable que tampoco “se ponga a pensar en los que ya se perdieron ni en los que ella misma desperdiciará, mucho menos en las consecuencias ambientales, sociales y económicas que esto provoca”.
“Nos hemos convertido en una sociedad de consumo excesivo, en la que te alienta a consumir cada vez más sin ver el efecto que tiene a mediano o largo plazo a nivel social, ambiental, nutrimental; ese patrón de consumo excesivo se ve reflejado en una problemática como el desperdicio de alimentos”, apuntó.
Indicó que, de acuerdo a datos del Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), cada año se desperdician mil 300 millones de toneladas de comida, 100 millones de ellas en América Latina.
Añadió que una de cada siete personas en el planeta “se va a la cama con hambre y 20 mil niños menores de cinco años mueren de hambre cada día”.
Precisó que un tercio de la producción se desecha, “las pérdidas de alimentos conducen al desperdicio de recursos como tierra, agua, energía e insumos; suponen emisiones innecesarias de dióxido de carbono (CO2), así como un impacto negativo directo en los ingresos de los agricultores y los consumidores”.
Detalló que es un problema estructural, “hay algunos que dicen que es más por cuestiones técnicas, que hace falta más tecnología, yo creo que más bien es una cuestión de formación y de patrones de consumo”.
“Se trata de una cuestión de análisis ético y estético, ético en el aspecto de que realmente veamos lo que nuestra huella alimentaria cuesta, lo que tiramos no sólo económicamente sino también social y ecológicamente”.
Comentó que el aspecto estético, se refiere a que los consumidores eligen los alimentos que están “de fotografía y tiran lo feo, en lugar de ver que nutrimentalmente está en perfectas condiciones”.
Subrayó que el problema en cuanto a desperdicio de alimento es tan grande que hoy el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente lanzó la campaña “Piensa. Aliméntate. Ahorra”; con el objetivo de que pienses antes de alimentarte y así ahorres para proteger el medio ambiente”.
Afirmó que las mermas de los alimentos “se dividen en pérdidas y desperdicios: la primera es en los primeros eslabones de la cadena, con los productores, y se debe principalmente a cuestiones técnicas”.
“Estamos en un modelo alimentario más global y a veces queremos consumir kiwis de Australia o cosas de otro lado, en lugar de fomentar el consumo de los productos locales, que eso ayudaría a bajar los precios y a evitar las pérdidas”, dijo.
Explicó que el concepto “desperdicio, se considera a partir de que entran los minoristas (restaurantes, supermercados, hogares) y se debe en su mayoría a malas prácticas, patrones de consumos excesivos y falta de planeación”.
“Desde mi punto de vista, donde podemos evitar más el desperdicio es a nivel familiar, nosotros no tenemos control, a veces no tenemos ni remordimiento”, apuntó.
Mencionó que la situación de México no es tan ajena al escenario internacional.
Subrayó que de acuerdo a la Asociación Mexicana de Bancos de Alimentos, en México se desperdician alrededor de 30 mil toneladas de comida al día.
“La paradoja: hay 28 millones de mexicanos que viven en pobreza alimentaria, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), y según cifras del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) hay 11.7 millones de menores de edad en esta situación”.
Señaló que se tiene que ligar el problema del hambre con el desperdicio de alimentos en el mundo, “el problema del hambre no es porque nos haga falta producción de alimentos, podríamos alimentar hasta 12 mil millones de personas”.
“Eso nos dice que el problema no está en la producción, sino en el desperdicio y también en la distribución, que es inequitativa, nuestro desperdicio necesariamente afecta a que otras personas padezcan hambre”, sostuvo.
Aseguró que de los datos se desprende que entre “más nivel de desarrollo, mientras más ingreso, más comida se va a desperdiciar”.
Manifestó que de acuerdo a la FAO, en Europa y Estados Unidos una persona desperdicia alrededor de 115 kilogramos de comida; en América Latina la cifra es de 25 kilogramos; mientras que en África es de alrededor de 11 kilogramos.
“Muchos de los problemas de alimentación se solucionarían con una estrategia para fomentar el consumo de productos locales, no creo que en la alimentación la solución sea alguna cuestión punitiva y mucho menos al consumidor, lo que se podría hacer son normas que regulen la distribución y el consumo, no tanto que castiguen al que desperdicia”, concluyó.